lunes, 18 de agosto de 2025

El arte de sobrevivir en la oficina: la compañera maestra del “intento”.

En toda oficina hay personajes inolvidables, de esos que uno no necesita reloj para saber la hora, porque con solo ver sus movimientos ya sabes si es antes o después del desayuno. Hoy quiero contarles de una compañera que, más que trabajar, parece haber convertido la rutina laboral en un estilo de vida zen.

Llega puntual, eso sí, antes de las ocho de la mañana ya está sentada en su lugar. Pero no para arrancar la jornada con energía, sino para esperar pacientemente a que el reloj marque las ocho en punto y así cumplir con el ritual más sagrado: salir a desayunar. De ocho a nueve desaparece en acción, como si el pase de lista hubiera terminado y ya todo estuviera hecho.

Cuando regresa, la oficina la recibe con el clásico cabeceo discreto. Dormita frente al monitor, con ese vaivén que todos reconocemos pero que nadie se atreve a señalar en voz alta. Eso sí, cualquier oportunidad para “hacer un mandado” o salirse a la calle la toma de inmediato: una especie de ninja urbana que se esfuma sin dejar rastro.

Lo curioso es que lleva más de quince años en el área, pero cuando se le encarga algo sencillo como redactar un documento, la respuesta siempre es la misma:

Voy a hacer el intento, a ver si puedo y a ver si sé.

Lo intenta, sí, pero se toma horas que parecen eternas para entregar un resultado que… bueno, digamos que necesita “una segunda vuelta”. Mientras tanto, el resto del día se lo gana entre hojear catálogos, mirar el celular y dejar pasar el tiempo hasta que el reloj, puntual como siempre, marca las tres de la tarde: la verdadera campana de libertad.

Reflexión godín.

Este tipo de personajes nos recuerdan que no todos trabajan en la oficina: algunos simplemente habitan en ella. Y aunque pueda desesperar a quienes cargan con el trabajo real, hay que admitir que tienen una habilidad admirable para estirar el tiempo y sobrevivir sin despeinarse.

Quizá el secreto está en que, al final, no importa cuánto se haga o se deje de hacer… lo importante es estar presente hasta la hora de salida.

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