Dicen que los godínez podemos con todo: con el tráfico, con los jefes que piden “una tablita rápida en Excel” que resulta ser un trombón de macros, y hasta con el café que se prepara el compañero y que sabe a agua de calcetín. Pero lo que nadie nos enseñó ni nos dijo es cómo sobrevivir cuando tu oficina, situada en el sótano, huele a drenaje 24/7.
Todo empezó porque al director le dio por remodelar su oficina, también en el sótano (porque, claro, el glamour no está reñido con el inframundo). No sabemos si rompieron una tubería, si cruzaron cables con caños o si simplemente despertaron a Shrek que vivía en el drenaje… lo único cierto es que ahora todo el sótano hiede a caño abierto.
Las quejas no se hicieron esperar:
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La compañera de los lentes jura que la peste es tan fuerte que hasta siente cómo se le revuelven los jugos gástricos. Entre sus teorías, dice que “cuando se junta el agua de lluvia con el drenaje, ¡pum!, se levanta el olor a caca”. Y para rematar: “me duele la cabeza y se me empañan los lentes, ¡cómo quieren que trabaje así!”.
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El compa que usa el metro y asegura que la peste ya superó todos los récords: “Esto está peor que la Línea 3 en hora pico… y mira que ahí he olido cosas que ni en pesadillas”.
Mientras tanto, las compañeras ya notificaron al sindicato para que venga a resolver pero para variar, ese ente mítico que aparece solo en elecciones y cuando necesitan votos, hasta ahora, ni sus luces.
Lo cierto es que más allá del humor, los gases del drenaje sí son dañinos. Así que mientras llega el sindicato o nos da por organizar una estampida, la estrategia de supervivencia podría incluir: VapoRub en las fosas nasales, veladoras de vainilla y un playlist de música tropical para que el ambiente huela menos a apocalipsis.
Porque sí, ser godín es duro… pero ser godín de sótano con peste a drenaje, ¡es nivel God Mode!, y recuerden:
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