jueves, 2 de octubre de 2025

El Godín que vive lejos y siempre trae la cara de “me lleva…”.

En toda oficina tenemos al personaje inolvidable: el compañero que vive tan lejos que parece que cruza tres estados, dos carreteras y hasta un río con cocodrilos para llegar a su lugar de trabajo. Su despertador suena a las 5:00 a.m., y siempre llega con cara de que lo levantaron a las 2:00 de la mañana para ir a misa.

Eso sí, apenas pone un pie en la oficina, su salvación es siempre la misma: un café con pan. Porque sin ese combo básico y clásico, no hay forma de que funcione. Y ojo: no cualquier pan, tiene que ser de panadería de prestigio, no de la tiendita de la esquina o de la señora que pasa vendiendo con la charola. Y el café, ese café guardado en su cajón, añejándose y recogiendo el aroma godín de oficina; papeles, tinta de sellos y más, ese café con pan es lo único que lo reconcilia con la vida… al menos por unos 15 minutos.

Lo curioso es que nunca sabes qué esperar de él. Un día entra con un “¡buenos días!” tan animado que parece que desayunó con cierto sujeto de nombre Goyito; y al siguiente, pasa de largo como si fueras un mueble más de la oficina. Igual cuando se le pregunta algo: a veces contesta con un “ahorita lo checo” y a veces nada, silencio total, como si lo hubieras puesto en modo avión.

Pero, ojo: cumple. Hace su chamba, hace lo que le toca, no se mete en chismes… aunque su cara todo el tiempo diga: “si pudiera, ya estaría en mi cama viendo La Rosa de Guadalupe o la final de La casa de los famosos”.

Su vida diaria es un reality show en tres actos:

  • Acto 1: Transporte público a reventar, sudor y gente que desayuna tamales en el camión; conclusión: transporte hediondo.

  • Acto 2: Llegar con cara de “no me hablen, mortales”, directo al café con pan.

  • Acto 3: Salida triunfal rumbo al vía crucis de regreso, destruido y cansado físicamente, con las nalgas más planas que las planas que le ponían a tu hijo en la primaria de tanto estar sentado y preguntándose si algún día logrará salir de todo esto.

Y aunque su humor cambia según el tráfico, el clima o el tipo de bolillo que le tocó en la mañana, ahí está, todos los días, como relojito. Puede que no sea el alma de la oficina, pero si un día falta, se nota... bueno, creemos que se nota porque otra de las cosas que a veces dice (y qué es verdad) es: "nadie es indispensable" o "ahí están los jefes, que trabajen los huevones", y bueno, se nota no por su alegría, sino porque de repente el ambiente se siente raro sin esa cara que grita: “todos están bien pendejos”.

Ser godín ya es un reto; ser godín que vive a tres horas del trabajo… eso ya es digno de un spin-off en Netflix: “El Viajero del ISSSTE” pudiera ser el título.

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