domingo, 19 de octubre de 2025

El origen de los alebrijes.

¿Saben cuál es el origen de los alebrijes o solo lo imaginan y suponen? Bueno, déjenme les cuento un poco al respecto.

En el mundo del arte mexicano, pocos inventos son tan coloridos, raros y mágicos como los alebrijes. Esas criaturas fantásticas que parecen salidas de un sueño con exceso de tamales y ponche, tienen una historia tan curiosa como el mismísimo ambiente godín de fin de quincena.

Todo comenzó en los años 30, cuando Pedro Linares López, un artesano del barrio de La Merced en la Ciudad de México, enfermó gravemente y cayó en un sueño profundo. En ese sueño, vio criaturas extrañas: mitad burro, mitad gallo, con alas, colas de dragón y colores imposibles. Lo más curioso es que esas criaturas gritaban una sola palabra: “¡Alebrijes!”.

Cuando Pedro despertó (seguramente con cara de que le había pegado el estrés laboral), empezó a recrear esas figuras con cartón y pintura. Y así nacieron los alebrijes: símbolos del ingenio mexicano, mezcla de locura, talento y visión.

Hasta ahí todo suena muy artístico, muy cultural, muy digno del INBAL.
Pero… ¿qué tiene que ver esto con la vida godín?

Mucho, demasiado diría yo.

Porque si lo pensamos bien, cada oficina es un zoológico de alebrijes humanos.

  • Está el que combina camisa rosa con corbata naranja y cree que eso es “atrevido”.

  • El que habla en inglés forzado cada vez que dice “meeting” o “feedback”.

  • La compañera que parece humana, pero en cuanto llegan los cumpleaños, se transforma en DJ, repostera, maestra de ceremonias y cantante de karaoke.

  • Y ni hablar del jefe: mitad dragón, mitad Excel, que respira macros y escupe reportes.


La oficina, al final, es como el taller de Pedro Linares: llena de seres raros, coloridos y únicos. Todos medio rotos por dentro, pero decorados con la mejor actitud posible para sobrevivir al tráfico, al reloj checador y al “nos quedamos tantito más”.

Así que sí, los alebrijes nacieron de un sueño, pero viven todos los días en cada cubículo, escritorio y cafetera del mundo godín.

Y aunque a veces el estrés nos haga sentir que nos salen alas, cuernos o colas de dragón, la verdad es que eso es lo que nos hace auténticos. Porque, como diría el mismísimo Linares si hubiera trabajado en una oficina:

“En el fondo, todos somos alebrijes… pero con gafete.”

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